La celebración de las elecciones al Parlamento Europeo suele despertar interés en torno a la labor que llevan a cabo las instituciones con sede en Bruselas (Bélgica). Y en este punto, surge una pregunta que interpela a empresas y organizaciones de forma directa: ¿por qué unas y otras deben hacer lobby en ese ámbito y mantener una relación fluida con las instituciones comunitarias? Porque lo necesitan.
Lo necesitan para proteger sus intereses en un contexto interconectado en el que la influencia normativa de la Unión Europea (UE) es global y traspasa todo tipo de fronteras. Hasta el punto de poder impactar, de forma positiva o negativa, en la cuenta de resultados de compañías de todo tipo.
La importancia de la UE en términos de regulación es muy relevante. Y más allá de señalar que gran parte de la legislación que aplican los países europeos procede de Bruselas, como ejemplo destacado, basta citar la multa que la Comisión Europea impuso a Google Alphabet en 2017 al considerar que su sistema de compra online suponía un abuso de posición. 2.424 millones de euros, la mayor sanción impuesta hasta el momento por la institución.
El lobby, como disciplina, fundamenta su actividad en la defensa y la contextualización de los intereses de compañías de todo tipo, también en el contexto europeo. Y es relevante, en primer lugar, por el modo en que están configuradas las instituciones comunitarias.
La Comisión ayuda a dar forma a la estrategia general de la UE, propone nuevas leyes y políticas, supervisa su aplicación y gestiona el presupuesto comunitario. En el Parlamento se elaboran propuestas legislativas e informes de propia iniciativa, se redactan enmiendas y se aprueban. También se examinan las propuestas de Comisión y del Consejo, que se dedica a cuestiones complejas o sensibles que no pueden resolverse en instancias inferiores de la cooperación intergubernamental. Y en este ecosistema, las aportaciones de los Departamentos de Asuntos Públicos, Relaciones Institucionales y hasta de Comunicación de empresas y entidades son capitales para contextualizar realidades complejas, algo determinante a la hora de promover nueva legislación.
En este punto, ¿qué pueden hacer compañías y organizaciones? Destacamos a continuación una serie de labores que forman parte del habitual funcionamiento del ejercicio del lobby:
—Diseño de mapa de actores estratégicos en virtud de su capacidad de influencia sobre los intereses directos e indirectos de la compañía.
—Elaboración de materiales específicos de contexto dirigidos a quienes deben legislar en torno a cuestiones que formen parte de ese mismo contexto. En este punto, los informes de posición advierten de la postura de un determinado sector, apoyada por argumentos de peso justificados con realidades objetivas y cuantificables.
—Ideación de informes de inteligencia competitiva que detecten amenazas potenciales que puedan afectar a la compañía de forma directa o indirecta, de modo que sea posible ejecutar estrategias de contención o de prevención.
—Impulso de la relación bidireccional y fluida entre actores con capacidad de influir de forma directa o indirecta en los intereses de la compañía.
—Impulso de la relación de la compañía con medios de comunicación que trascienden barreras territoriales nacionales e influyen a nivel europeo y global.